Amo el lugar donde nací, siempre lo he hecho. Me parece único en el cosmos y, sin embargo, hoy sólo lo puedo extrañar. Siento que lo traicioné en el momento en que pensé que ya no soportaba vivir ahí. No sé si me recibirá con los brazos abiertos el día en que tenga el valor de regresar.
...De hecho, sí lo hará. Así de cálido es mi país.
Recuerdo cuando faltaban unos días para mi decimonoveno cumpleaños. Mis ánimos no estaban muy altos por la cantidad de material que tenía que estudiar para los exámenes finales... y porque mis ánimos ya tenían tiempo de no estar muy altos.
Me propusiste celebrar el cumpleaños en casa con una cena muy pequeña y personal, de unos doce invitados -personas que siempre han sido parte de mi mundo- y con el dulce de mi preferencia. Me sentí muy agradecida con la idea y acepté (no muy convencida por estrés que venía acumulando), dejándote saber que quería que la cena fuera lo más corta posible para no perder tanto tiempo de estudio. Sí, mi cumpleaños caía en la semana de exámenes finales.
¿Qué se le podía hacer? Nada.
Aquella noche, sin saber siquiera cómo -realmente ya ni importa cómo-, te transformaste a tu monstruosa forma original y comenzaste a atacarme con toda tu furia. Ya perdí la cuenta de las veces que te habías transformado en monstruo en aquella época.
Siempre era mi culpa. Indudablemente era mi culpa. Si yo no estuviera, no tendrías que pasar por el sufrimiento y el dolor de la transformación: pero esa es la persona que eres, por más que quieras ocultarlo. También he tenido la sospecha de que yo hice que te volvieras un monstruo... ya ni sé. Sólo sé que te sales de control, y también sé que odio el hecho de que, con todo y tus años, nunca has podido domar a esa bestia destructiva.
-Te acabas de cagar en tu cumpleaños -me dijiste en medio del espectáculo.
"No, tú fuiste quien lo hizo. La única cagada que he hecho yo fue aparecer en tu vida" es lo que me hubiese gustado responderte. Pero eso jamás iba a pasar... porque siempre te he tenido miedo.
¿Qué se le podía hacer? Nada.
Es mentira que algún día dejaré de tenerte miedo: no se le puede hacer nada. Pero en ese momento sí hice algo...
Decidí que ya no soportaba vivir ahí. Ya no soportaba vivir con un monstruo que se alimenta de mi tranquilidad y mi felicidad. Se acabaron los motivos para celebrar ese cumpleaños -y cualquiera que le siguiera-, al igual que mi paciencia.
-No te preocupes, mejor no hagamos la cena de mi cumpleaños.
Probablemente el que haya dicho eso te enfureció aún más, pero definitivente no iba a rogar por tu perdón si realmente ya no me interesaba recibirlo. Te justificaste e hiciste la víctima, como siempre, por tu supuesto miedo a perderme. Pero la verdad es que hace tiempo me habías perdido... y fue porque tú me alejaste. Has dedicado tu vida a hacer que te tenga miedo, y te felicito: lo lograste a la perfección.
Después de eso, comencé a planearlo todo de manera lenta y calculada. Me comuniqué con la familia de una persona muy querida. Ellos viven en el norte; les propuse un contrato, y ellos aceptaron.
No conté las semanas que pasaron después de eso, pero finalmente había llegado el día. Tú no sabías nada, y tampoco tenía yo el valor de enfrentarte.
Así que dejé una nota en tu cama. Te dije que me iba y que no tenía planeado volver pronto; que tienes mis correos electrónicos y que me escribieras si querías saber cómo estaba; que me disculpes por haber esperado tanto para irme.
Al llegar a mi lugar de destino, sentí mi cuerpo liviano. No obstante, me incomodaba incomodar en casa ajena. La deuda que tenía con estas personas era inmensa. Y me refiero tanto a la deuda económica -me pagaron el pasaje, ya que yo no iba a poder trabajar el dinero que costaba sin que tú te dieras cuenta, y me alquilaron uno de sus cuartos-, como a lo que yo llamaría "deuda emocional". Realmente no sabía cómo compartirles esta paz interna que sentía, ni cómo agradecerles por brindarme refugio: el lugar de donde vengo es demasiado pequeño como para que tú y yo no nos volviésemos a cruzar. Además, ya no me cruzaría tampoco con familiares o conocidos entometidos, lo cual me encantaba aun más.
Pero la vida no es tan fácil de saborear y tragar como una Nutella; no obstante, me sentía dispuesta a todo.
Después de tomar cursos y trabajar como esclava, cubrir poco a poco mis deudas, y algunas cositas más, por fin encontré lo único que quise durante toda mi vida: estabilidad. Estabilidad de todo tipo.
¿Cómo estarás? Quiero saber, pero no quiero preguntar. He progresado tanto en mi vida, pero nunca he dejado de ser una cobarde.
...Tan cobarde soy, que me desperté y recordé que nunca me fui de aquel lugar. Aquí estoy y tú también. ¿Realmente no se le puede hacer nada?
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