La globalización, más que revolucionaria o innovadora o lo que sea, me parece muy ingeniosa... ¿manipuladora, quizás? Es un fenómeno tan intenso, que alcanza todo y abarca todo. Y "todo" incluye nuestras mentes.
Es difícil creer que alguien que vivió y murió hace muchos años tenía un modo de pensar igual al tuyo, pues tú te rodeas de tantas cosas que esa persona ni siquiera soñó en lo que duró su vida. Tú perteneces a esta enorme comunidad mundial, en la cual nadie puede esconderse y, a la vez, tienes el mundo en tus manos. Tienes una cantidad tan absurda de opciones y oportunidades, que merodearás entre las mismas, probando nuevas identidades hasta encontrar aquella que consideres tuya. Es como si tuvieras un armario con mucha más ropa de la que realmente necesitas; pero, por si acaso, es mejor probárselo todo—puede que estés subestimando alguna prenda que realmente te queda bien. Y el tiempo no dejará de pasar, te pruebes un conjunto o el armario entero. No dejará de pasar, a la vez que irás envejeciendo y ni te darás cuenta por no dejar de ser un niño consentido.
Todo es tan accesible. Como dije, tienes el mundo a tus manos. Qué peligro, definitivamente. Esto sólo te hace insaciable, un consumidor por excelencia. Hay tantas cosas que puedes conseguir, cada vez con menos esfuerzo, que no le ves el sentido a salirte del plano superficial de todo.
Materialista. Formas vínculos más íntimos con objetos que con personas, y tus deseos son meramente materiales. Atiendes con objetos las demandas emocionales, y realmente piensas que con eso quedan satisfechas. Así que no tienes idea de por qué te sientes vacío. Pero muchos sí tienen idea—no es coincidencia que los productos que se te ofrecen y se te venden tienen esta imagen de que son todo lo que necesitas. ¡Serán gratificantes, te calmarán y superarán toda expectativa! Pero la realidad es que es solo una fachada para ocultar el carácter adictivo que poseen. Y, aunque parezco saber mucho, no soy inmune a nada. Todos somos títeres del consumo—algunos están conscientes, y otros, no. Gran diferencia.
Todas tus prácticas cotidianas—en las que tus relaciones interpersonales solo existen a través de un aparato, tratas de aliviar el sentimiento de estar vacío con una pastilla, ves el cuerpo humano como otro objeto más, e intentas comprar la felicidad una y otra vez—hacen que no le dediques nada de tu tiempo diario a la reflexión, al análisis, a tu autoconocimiento. Pregúntate quién eres, y trata de responder esa pregunta con honestidad. Tienes todo y sientes que no tienes nada.
En este mundo lo que hay es falta de falta, pues el sentimiento tan confuso de no reconocerte no se irá mientras tu tiempo se ocupe en obtener más cosas. Estás tan acostumbrado a la innovación, que no terminas de disfrutar algo cuando el mercado saca algo mejor, y terminas siendo incapaz de quedar satisfecho (justo cuando piensas que esá sucediendo lo contrario). Y tanto tú, como el resto del mundo, quieren todas aquellas cosas innovadoras que van surgiendo. Todos terminamos haciendo lo mismo y siendo lo mismo, y nos volvemos una sociedad homogénea—idiotizada—en la que cualquiera que difiera de su locura es criticado. Naturalmente, esto provoca que ese grupo de gente potencialmente no-idiota quiera ser aprobado por los idiotas, lo que los termina volviendo igual a todos los demás: unos idiotas.
Tremenda generalización acabo de hacer. Aún siento que no todo el mundo es así, pero tenía que ilustrar el asunto. Recientemente, he llegado a pensar en la falta de ideología que hay en la actualidad, y no puedo asegurar si es la causa o el efecto de todo lo que he estado escribiendo en los párrafos anteriores. Independientemente, me entristece saber que, sobre todo los jóvenes, no luchan—luchamos, no soy inocente—por algo que vaya más allá de sus propios beneficios o desean algo que sea por el bien de todos. Parecerá infantil eso último, pero confirma que somos la única especie que no aprende hasta después de estrellarse sopotocientas veces contra la misma pared. Probablemente sea necesario que pasemos por un periodo difícil, en el que la vida sea muy diferente a lo que es hoy, a ver si así vemos que la globalización tiene dos caras; y que así como con la luna, nos sentimos atraídos por la cara oscura. Qué irónico es que seamos así.
A pesar de esta crítica—en la que ni siquiera propongo media solución, pero ya la hice—, reitero que sigo creyendo en la gente centrada, sencilla y profunda; auténtica, diferente e interesante; con valores bien amarrados a sus corazones y muchas cualidades que probablemente solo sean de preferencia personal. Sigo creyendo en los no-idiotas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario