martes, 22 de enero de 2013

Mirar hacia atrás...

El pasado no me va a atacar si no me acerco. No me va a morder. Pero vive con la boca abierta, esperando a que me acerque lo suficiente como para devorarme. Soy yo quien decide si caminar hacia su dirección u observar sus fauces desde aquí. Si me volteo, las veo. Eso debería bastar. Para muchos, no basta—prefieren vivir en el pasado. 

Yo creo que no hay persona mejor parada en el presente que aquella que puede recordar su pasado, sin necesidad de hacer otra cosa que recordarlo.

Mirar hacia atrás, sin deseos de volver...

La nostalgia siempre queda. A veces recuerdo cosas y quiero volver a vivirlas. Me desespero. Respiro profundo. Agradezco porque tuve la oportunidad de vivirlas. Me obligo a buscar esas emociones en otras experiencias—a vivir cosas tan buenas, que cuando las recuerde en un futuro, sienta el mismo vacío que estoy sintiendo ahora y que me lleva a mover cielo y tierra para llenarlo. No encontraré nada si no tengo los ojos bien abiertos a lo que hay a mi alrededor. A lo que me espera. No encontraré nada si gasto mis energías en tratar de volver a momentos que ya fueron y no serán más.

Mirar atrás, sin deseos de arrancar páginas del libro...

Amo leer. Odio decepcionarme de una lectura, o de alguno de sus capítulos. Pero un libro no está completo sin cada palabra que lo conforma—aunque sea un pésimo libro. No puedo arrancar las páginas de mi libro. Si me confundo en alguna de las páginas que estoy leyendo, ¿de qué otra forma puedo comprender si no es consultando las páginas anteriores? ¿Cómo comprender lo que soy?

Mirar hacia atrás, y sonreír.